jueves, 11 de junio de 2009

Para el positivismo la muerte es el fin

El ideario positivista no se inicia con Comte. Hace 5.000 años se registran ideas materialistas en Egipto y Sumeria.

Hace 3.000 años la doctrina Lokayata (o escuela de los carvakas) de la India, sostenía que el mundo era sólo material, compuesto de cuatro elementos primigenios: el fuego, el agua, el aire y la tierra; de estos elementos se formaban también los seres vivos, incluido el hombre, los cuales luego de morir se descomponían nuevamente en estos elementos.

Hace 2.600 años la escuela de pensamiento Sankhya sostenía que el carácter material del mundo se desarrollaba a partir de una substancia primigenia: PRAKTITI. El logro más importante de esta corriente fue el postulado de que el movimiento, el espacio y el tiempo son propiedades inseparables de la materia.
En las escuelas filosóficas Nyaya y Vaisesika surgen las ideas de que el mundo se compone de pequeñas partículas de diversa cualidad que se hallan en el éter, en el espacio y en el tiempo. Estas partículas serían eternas, increadas e indestructibles, al tiempo que los objetos compuestos a partir de ellas serían mutables, inestables y transitorios.
Estas ideas materialistas ejercieron un fuerte influjo sobre escuelas y doctrinas religiosas de la época, como por ejemplo en la escuela religiosa Mimansa, la cual reconocía la realidad del mundo, cuyo ser no depende de ningún creador, existe eternamente y se compone de partículas regidas por la ley autónoma del Karma: a tal causa, tal efecto.
En la China Antigua encontramos la doctrina materialista en la teoría del conocimiento de Mo-tse, hace 2.400 años, en oposición a Confucio.
Aportes importantes también las dio el Taoísmo, cuyo creador Lao-tse (siglos VI a V a. C.) sostenía que el mundo -que es eterno- se halla en movimiento y mutación continuos.
El movimiento, según los taoístas, es regido por el TAO, La Ley Natural.
Ideas positivistas cobraron sucesivo desarrollo en la doctrina de Xunzi (313 - 238 a. de n. e.) una de las relevantes figuras del confucionismo, quien a diferencia de otros confucianos consideraba que el cielo no posee conciencia y es parte de la naturaleza, en la que incluía asimismo el sol, la luna, los astros, las estaciones del año, la luz y las tinieblas, el viento y la lluvia, y que la sucesión de fenómenos celestes discurre según determinadas leyes naturales, de modo que el destino de los hombres no puede ser regido por una inexistente "voluntad del cielo".
Xunzi afirmaba que el hombre, contrariamente a los animales, sabe mancomunar sus esfuerzos y organizar su vida pública, que puede conocer el mundo circundante y aprovechar los conocimientos adquiridos en su bien; además de que el conocimiento empieza por la percepción, pero es gobernado por el pensamiento según leyes naturales.

Por último ya en las inmediaciones de nuestra era la encontramos en Wang Chung hace 2.050 años, quien sostenía que el mundo se compone de la substancia QI, la cual se mueve en la eternidad, mientras que el TAO es la ley de la propia realidad.
Por la acción recíproca de dos QI —los enrarecidos que se hallan en el espacio celeste y los condensados que se hallan en la tierra constituyendo los diversos cuerpos— son engendradas todas las cosas.
Sostenía que el hombre es un ser natural compuesto de substancia material en el que se ha instalado una energía vital, un principio espiritual elaborado por la circulación de la sangre, la cual desaparece al morir el hombre.

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