Es posible ser positivista, creer en los fenómenos como generadores del acontecer del mundo, considerar que la Ciencia es la única capaz de dar respuestas, no creer en la existencia de un Ser o Voluntad Creadora, y aún así creer en la posibilidad de la salvación, porque esta última cuestión no es teológica, sino psicológica.
Esto es, uno sabe que su proceder deja huella, hace marca, zanja caminos, entonces puede intentar proceder para no perjudicar ni la reputación, ni la conciencia ni la personalidad de sus descendientes.
Y por último, es posible ser ateo y aún así decir -"¡Dios mío!", y rezar a los dioses, concebidos como voluntades trascendentes que están dentro del cosmos empírico antes que trascendentes a él. Y ésta es exactamente la postura mística de las culturas indoamericanas.
De igual manera, el ateísmo materialista no es incompatibles con el complejo de deidades socio-religiosas que rodea la vida cotidiana de un hindú ortodoxo (que ajusta su pensamiento a las escrituras sagradas y antiguas). El ateísmo en este contexto no es necesariamente antireligioso o indiferente a la religión.
La negación de la existencia de un Supremo Señor del Universo, en el contexto hindú, no debe ser igualado al conjunto de creencias sobre el mundo y la filosofía que bajo el nombre de ‘ateísmo’ hay en Occidente.
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